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San Miguel Arcángel

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La venida del Señor (Domingo de Ramos)

¡Qué alegría que experimentamos cuando nos visita alguien que hemos estado esperando durante mucho tiempo!

Un amigo que hace mucho que no vemos, una visita muy esperada.

El corazón se nos llena de alegría y de gozo. Tanto que cuando lo vemos nos desesperamos por decirle de muchas maneras que estamos felices de verlo.

En este domingo de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

El pueblo judío durante mucho tiempo había estado esperando al Mesías que salvaría al pueblo. Con cantos, alabanzas, ramos y flores, el pueblo recibe a Jesús que llega a la ciudad santa para celebrar la Pascua. Muchos esperaban que el Mesías llegara esplendorosamente, sin embargo Jesús llega montado en un asno sin ninguna pompa, pero vitoreado por la gente.

Así como entró a Jerusalén para celebrar la Pascua, hoy también Jesús quiere entrar en nuestras vidas.

¿Cómo lo recibimos? ¿Con alegría, gozando de su presencia o siendo indiferentes? ¿Nos dejamos transformar por su entrada en nuestra vida o vivimos como si Él no estuviera?

Y así como entró en Jerusalén sencillamente, también se hace presente del mismo modo en la vida de cada uno de nosotros.

Pidámosle a Dios la gracia de descubrirlo en las pequeñas cosas de todos los días con alegría y gozo en el espíritu. También pidámosle la gracia de la coherencia y de la perseverancia.

Las mismas personas que le ofrecieron ramos verdes lo llevaron al árbol de la cruz, los que le tiraron flores luego le colocaron espinas, los que le gritaron ¡hosanna!, más tarde gritaron ¡crucifíquenlo!, los que lo llamaron “Rey de Israel” después dijeron “no tenemos más Rey que el César”, los que le arrojaron alfombras y sus propios vestidos lo desnudaron.

Que así como hoy lo proclamamos Rey y lo expresamos con nuestro gozo, en nuestra vida seamos coherentes y perseverantes con lo que proclamamos y no lo traicionemos con nuestras infidelidades y faltas de amor hacia Él y hacia el prójimo.

Que estos ramos que le ofrecemos para alabarlo sean signo del ofrecimiento de nuestra propia vida puesta en sus manos para que Él la transforme por su Misterio Pascual que nos disponemos a celebrar.

Pbro. Guillermo Bossi

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