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San Miguel Arcángel

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Pentecostés: el tiempo de la Iglesia

Nacimiento de la Iglesia

Hablar de Pentecostés y del Espíritu Santo es hablar de la Iglesia, pues los Apóstoles comenzaron a cumplir la misión que Cristo les confió el mismo día de Pentecostés.

Pentecostés constituye la fase de manifestación y promulgación de la Iglesia.

Los Apóstoles comenzaron a cumplir la misión que Cristo les confió el mismo día de Pentecostés, con éxito tan admirable que San Pedro convierte ese día a 3,000 personas con su primera predicación (cfr. Act, 2, 41), y más adelante a 5,000 con la segunda (cfr. Act. 4, 4).

Luego los Apóstoles se esparcieron por todo el mundo, e iban fundando comunidades cristianas donde predicaban. Estas comunidades eran regidas por Obispos consagrados por ellos, y estaban unidas entre sí por una misma fe, unos mismos sacramentos y un mismo jefe común: San Pedro y sus sucesores.

Manifestación y promulgación de la Iglesia

Pentecostés constituye la fase de manifestación y promulgación de la Iglesia.

«La Iglesia que Cristo ha fundado en si mismo por su pasión sufrida por nosotros, la funda ahora en nosotros y en el mundo mediante el envío de su Espíritu».
Yves Congar, Esquisses du inystere de l”Eglise, p. 24

Es esencialmente, un misterio de culminación (cfr. Act. 2, 32-33): consumado definitivamente el Sacrificio de Cristo y conseguida la salvación, se completa ahora el misterio con su universalización y su comunicación a los hombres.

«¿Dónde comenzó la Iglesia de Cristo? Allí donde el Espíritu Santo bajó del cielo y llenó a 120 residentes un solo lugar».
San Agustín, In Ep. Ioa. ad Parthos

La Iglesia: continuadora de la misión de Cristo

«¿Qué objetivo -se preguntaba el Papa León XIII- persiguió Cristo al fundar la Iglesia? ¿Qué se propuso? Una sola cosa: transmitir a la Iglesia, para continuar en el tiempo, la misma misión y el mismo mandato que El había recibido de su Padre» (Enc. Satis cognitum).

Pocos años antes, el Concilio Vaticano I había declarado que Cristo, «Pastor eterno, decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la obra salvífica de la redención» (Dz. 1821). Unos años después, el Concilio Vaticano II subraya de nuevo esta continuidad e identidad profunda entre la misión de Cristo y de la Iglesia: «Esta misión (de la Iglesia) continúa y desarrolla en el transcurso de la historia la misión del propio Cristo, que fue enviado para anunciar a los pobres la buena nueva» (Decr. Ad gentes, n.5).

Estos textos son eco directo de la Sagrada Escritura (cfr. In. 17, 18; 20, 21; Mt. 28, 18-19; Lc. 10, 26; 1 Cor. 5, 20) y de la Tradición.

Cristo es la Cabeza y constituye la salvación; la Iglesia es su Cuerpo, y constituye su culminación. Su papel consiste en comunicar a los hombres esa salvación ya conseguida definitivamente por Cristo.

La Iglesia es ese Cuerpo que debe crecer hasta alcanzar su talla adulta (cfr. Ef. 4, 13) y convertirse en el Cristo total, y que debe extender el Reino hasta los confines del mundo.

Etimológicamente, Iglesia significa reunión, congregación de personas, y católica significa universal.

Fuente: www.encuentra.com

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