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San Miguel Arcángel

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Amor en el tarrito de la leche

Un hecho real, dos hermanitos, provenientes de una villa, uno de ellos de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas. Estaban hambrientos.
-Vayan a trabajar y no pidan – se oída de detrás de las puertas.
-Aquí no hay nada para regalar – decía otro
Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños…
Por fin una señora muy atenta les dice:
-Voy a ver si tengo alguna cosa para ustedes… pobrecitos!!
Ella volvió con un tarrito de leche. Que fiesta!! Ambos se sentaron en el cordón de la vereda. El menorcito le dijo al de 10 años:
-vos sos más grande, tomá primero…
Y miraba para él con sus dientes blancos, la boca semiabierta, meciendo la punta de la lengua.
Yo como un tonto contemplaba la escena… Si ustedes viesen al más viejo mirando de costado al pequeñito! Se lleva la lata a la boca e, fingiendo beber, apreta fuertemente los labios para que por ellos no penetre una sola gota de leche. Después, extendiendo la lata, le dice al hermano:
-Ahora es tu turno, sólo un poco.
Y el hermanito, dando un gran trago exclama:
-Cómo esta rica!!
-Ahora yo, dice el mayor
Y llevando levantando la latita, ya medio vacía, a la boca, no bebe nada.
“Ahora vos”, “ahora yo”, “ahora vos”, “ahora yo”, decían ellos.
Y después de cuatro, cinco o seis tragos, el menorcito de cabellos enrulados, barrigoncito, con la camisa afuera, se acaba la leche toda… él solo.
Ese “ahora vos”, “ahora yo”, lleno mis ojos de lágrimas
Y entonces sucedió algo que me pareció extraordinario. El mayor comenzó a cantar, a bailar, a jugar fútbol con la lata de leche. Estaba radiante, el estómago vacío, pero el corazón desbordante de alegría. Estaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario, o mejor aún, con la naturalidad de quien esta habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles mayor importancia.

Reflexión:

“Quien da es más feliz que quien recibe” Es así como nosotros tenemos que amar. Sacrificándonos con tal naturalidad, con tal elegancia, con tal discreción, que los otros ni siquiera puedan agradecernos el servicio que nosotros le prestamos. Vamos levántese y haga lo que sea necesario.

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