Parroquia
San Miguel Arcángel
El Espíritu Santo nos santifica por medio de la gracia, de las virtudes y de sus dones.
Imitemos a María: ella siempre escuchó la voz del Espíritu en su alma y no se equivocó.
Sigamos el ejemplo de nuestra santa Madre, modelo perfecto de fe en Dios y de generosa cooperación en su plan salvífico para toda la humanidad.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna.
Debemos distinguir:
a) Gracia Santificante:Es una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. La recibimos en el Bautismo y, cuando la perdemos por el pecado mortal, podemos recuperarla a través del Sacramento de la Reconciliación o Confesión.
b) Gracia Actual:Son intervenciones de Dios en nuestras vidas para ayudarnos a la conversión y al crecimiento en santidad. Es decir, son aquellas gracias que Dios derrama en momentos específicos de nuestras vidas en los que recibimos una luz nueva sobre la vida de Dios y la vida en Dios, o en un momento de tentación para poderla soportar y vencer, o las gracias que se nos dan en un momento de sufrimiento o prueba que nos ayudan a tener la fortaleza necesaria para soportarlo. Estas gracias son auxilios momentáneos de parte de Dios para ayudarnos en nuestro diario vivir.
La gracia aumenta a medida que permitimos al Espíritu Santo actuar por la participación en los sacramentos, la oración y la vida virtuosa – todo por los méritos de Cristo. La gracia nos asemeja a la vida de Cristo: sus virtudes, forma de pensar y actuar.
Recurriendo nuevamente al Catecismo de la Iglesia Católica, podemos ver que al hablar de «dones» se refiere a aquellos «regalos» que nos da el Espíritu Santo.
Los Dones son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
Los dones de santificación son aquellas disposiciones que nos hacen vivir la vida cristiana completando y llevando a su perfección las virtudes en nuestras vidas. Estos son siete y la Iglesia se refiere a ellos como los dones del Espíritu Santo (click aquí para conocerlos). Estos dones se recibieron en el Bautismo y son como «regalos sin abrir»; luego, en la Confirmación, volvemos a recibir una efusión del Espíritu para desarrollarlos.
El Profeta Isaías anunció que el Espíritu de Dios traerá a quien le es fiel, siete preciosos regalos o dones (Is. 11,2).
Todos los fieles, debemos invocar al Espíritu Santo y pedirle que renueve en nosotros las gracias y dones que hemos recibido para que nuestra vida cristiana sea testimonio fiel de nuestro Señor Jesucristo y podamos llevar al mundo entero la Luz de Cristo.
Además de los dones, el Espíritu Santo nos da «carismas», de los que habla San Pablo: «Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común…» (I Corintios 12:4-13).
Los carismas son como herramientas. A todos se nos da la gracia pero a cada uno carismas diferentes según nuestra misión. Estos se pueden usar bien o mal. No son condición ni garantía de santidad. Ya que Dios nos creó libres, los carismas se pueden usar bien o mal. Se puede dar el caso de alguien que tenga grandes dones – como el don de la palabra, sanación, lenguas, etc. pero no viva en gracia, como fue el caso del hijo pródigo que partió de la casa paterna a malgastar los bienes entregados por él.
Fuente: www.aciprensa.com y www.corazones.org